Con palabras podemos hablar e impactar a los que nos rodean, positivamente o negativamente, dar esperanzas y optimismo o desesperanza y pesimismo, construir o destruir, proyectar luz u oscuridad.
Las palabras expresan lo que tenemos guardado en el corazón, y esta es la fuente del cual provienen las palabras y por eso la persona sabia, concentrará sus esfuerzos más en el corazón que en las palabras.
Debemos llenar el corazón de cosas buenas que irán sazonando nuestra conversación de tal manera que aquellos que nos escuchan se sientan bendecidos y edificados. Jesús nos indicó que el problema no está en la lengua, sino en el corazón. Las palabras son el medio por el que comunicamos a los demás lo que abriga nuestro corazón.
Dedica tiempo a Jesús, fuente de toda bondad, amabilidad y mansedumbre y en breve profundizarás tu relación con Él y te darás cuenta de que tus palabras transmiten Su Espíritu e influyen positivamente en las personas con quienes te comunicas.
Tus palabras y acciones muestran lo que hay dentro de ti. Por eso, tu influencia dependerá de lo que has guardado en tu corazón.