Hay un dicho anónimo que dice: Somos como bestias cuando asesinamos, somos como hombres cuando juzgamos, pero somos como Dios cuando perdonamos.
Cuando te han ofendido, lejos de buscar la manera de resolver el conflicto, te enojas, te aislas de la persona que te ha ofendido y permites que tu corazón se llene de pensamientos negativos hacia esa persona. La misma intensidad de esos sentimientos es la que te impide buscar a la otra persona para hablar sobre lo sucedido.
Tu equilibrio emocional y espiritual no puede mantenerse saludable, si tus relaciones con familiares, amigos y compañeros, no son también saludables. Jesús, te enseño que tus relaciones horizontales con otras personas, están intimamente relacionadas con tu relación vertical con tu Padre que está en el cielo. Dios se resiste a la devoción de aquellos que no están en paz con sus semejantes. Por todo esto, Jesús resaltó que la restauración de las relaciones personales es una prioridad impostergable en la vida de los hijos de Dios.
En la reconciliación, el asunto fundamental no es quién tiene razón. La cuestión esencial es, que las dos personas estén dispuestas a tomar el camino del amor.
Recuerda que el animal que hay en ti, ataca. El ser humano que hay en ti, juzga. Pero, el Espíritu de Dios que hay en ti, perdona y ama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario