jueves, 18 de julio de 2013

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Hay personas que viven con un afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas y presentan un inmoderado y excesivo amor por sí mismo, que los hace atender sólo su propio interés, sin tener ningún cuidado por el interés de los demás. Esto es lo que se conoce como avaricia, codicia y egoísmo. Pero también hay personas con una inclinación o propensión personal hacia la generosidad, que actúan con magnanimidad y nobleza, compartiendo lo que tienen y atendiendo los intereses de los demás. Es fácil determinar, cual de esos dos tipos de personas, agradan a nuestro Padre celestial. Jesus dijo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. También dijo: Hay más bendición en dar que en recibir. Y hablando de atesorar dijo: Almacena tus tesoros en el cielo. Jesús con su ejemplo, nos enseñó a ser generosos, porque nada de lo que amontonamos en este mundo nos lo vamos a llevar. Lo que único que nos llevamos al cielo son los tesoros espirituales que hacemos aquí en la tierra. Aumenta tus activos y cuantas bancarias celestiales, compartiendo tus bendiciones con tu prójimo.

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