Es un concepto muy parecido a purificar que significa: Quitar de algo lo que le es extraño, dejándolo en el ser y perfección que debe tener según su calidad. Limpiar de toda imperfección algo no material. Dicho de Dios: Acrisolar las almas por medio de las aflicciones y trabajos.
Mediante la refinación, por ejemplo, se purifican los metales preciosos para quitarle todas las impurezas y darles su verdadero valor. El Señor dice que también nos purifica a nosotros:
Salmos 66:10
Dios nuestro, tú nos has puesto a prueba, ¡nos has purificado como a la plata!
Jeremías 9:7
Por eso yo, el Señor todopoderoso, digo: ¿Qué otra cosa puedo hacer con mi pueblo, sino ponerlo al fuego para refinarlo?
Jeremías 33:8
Los purificaré de todos los pecados que cometieron contra mí; les perdonaré todas las maldades que cometieron y con las que se rebelaron contra mí.
Las circunstancias que pasamos en la vida y de las tan a menudo, que nos quejamos, son el fuego que usa El Señor para refinarnos y purificarnos:
- Separa de nosotros todas las impurezas e imperfecciones, que no son parte de
- nuestra esencia, que nos quitan nuestro verdadero valor y que Él no puso en nosotros.
Nos perfecciona para el propósito que tenemos en la vida.
El Señor nos toma y acepta tal como somos, en la situación en la que nos encontramos; pero no es Su intención dejarnos en esa condición. Somos Sus hijos, hijos del Altísimo, Rey de reyes y Señor de señores. No nos conformemos con nada menos que lo mejor: Esa es nuestra herencia. Sin embargo, para reclamar nuestra herencia debemos aceptar que El Señor nos refine y purifique, para llegar a nuestro valor intrínseco potencial y para lograr el propósito para el que Él nos creó.
¡Purifícanos Señor!
Los versículos de la Biblia citados, son de la versión: Dios Habla Hoy.
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