La tensión y el estrés aparecen y te dominan, cuando tienes un problema y no consigues la solución. En ese momento la incertidumbre que sientes ante las circunstancias que te rodean, destruye tus escudos de protección y sientes que eres vulnerable ante los ataques de la situación apremiante en la que te encuentras. Has perdido tu inmunidad, has perdido tu paz.
En ese momento buscas olvidarte de tus problemas y escapar de la situación, pero eso es imposible. Puedes tratar de escapar con medicamentos, alcohol, drogas o sexo, pero el alivio es sólo temporal y muy breve.
Lo que realmente necesitas es el apoyo de alguien que te aconseje y te ayude a enfrentar el problema con instrucciones para lograr resolverlo y alcanzar una solución. Para evitar que la tensión y el estrés te dominen, haciéndote vulnerable y quitándote la paz, necesitas comprender que tu futuro no depende de las circunstancias que te rodean, sino de lo que hagas al respecto.
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Si no hayas la solución a tus problemas, busca la ayuda de alguien que te de una solución y el Señor siempre tiene la última palabra. Hable con Él para que te ayude, pero no le digas lo que quieres que Él haga. Deja que Él te de Sus instrucciones. Sujétate a Sus instrucciones y aprende a ser obediente.
El Señor siempre tiene la última palabra. Hablemos con Él, no para darle instrucciones, sino para recibir las suyas.
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