Hay reclamos que son perennes y universales, porque los hacemos la mayoría de nosotros permanentemente:
Antes todo era mejor. El gobierno no sirve. Las autoridades no hacen nada. Todo está estancado. Los productos no sirven. No vemos progreso. El clima está terrible. Mi cónyuge es insoportable. Todos mis amigos se fueron. Estos niños me exasperan. Siempre hay problemas de salud. Todo está sucio. Nadie me comprende. Siempre estamos atrasados. Mis asuntos no avanzan. Nadie reconoce mis méritos. Todo está muy caro. Nada funciona bien. El dinero no alcanza. El tiempo no alcanza.
¡Que vida! Y además siempre nos preguntamos:
¿Por qué nacimos sin fortuna? ¿Por qué nuestros padres fueron así? ¿Por qué ganamos poco dinero? ¿Por qué estamos frustrados y desorientados? ¿Por qué no tenemos un cónyuge mejor y una familia mejor? ¿Por qué la vida es tan dura? ¿Por qué no podemos ser diferentes?
Es difícil ¿Cierto? Pero ahora, prestemos mucha atención al ejemplo de Jesús:
No fue dueño de nada, sólo tenía su manto. Nunca se graduó. Nunca tuvo un cargo importante. Nunca le dieron posiciones de poder. Nunca tuvo fortuna. Sin embargo, nunca se quejó. Todo lo que tuvo Jesús fue prestado: El establo donde nació, el burro que montó, los panes y los peces que multiplicó, el aposento de la última cena, la embarcación en que navegó y el sepulcro donde lo enterraron. Nunca pidió más.
¿Tenemos todavía algún reclamo? ¡Creo y espero que no!
Aprendamos valorar mejor nuestra vida y lo que El Señor ha dispuesto para nosotros en Su Perfecta Sabiduría y Santa Voluntad.
Mateo 6:10
Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra, así como se hace en el cielo.
Lucas 22:42
Dijo: Padre, si quieres, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Juan 4:34
Pero Jesús les dijo: Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y terminar su trabajo.
Mateo 12:34b
De lo que abunda en el corazón, habla la boca.
Lucas 6:45
El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que abunda en su corazón habla su boca.
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