miércoles, 23 de febrero de 2011

La Adoración

¿Qué significa adorar a Dios? Significa someter a Él nuestra voluntad y manera de ser. Significa que estamos reconociendo la suprema autoridad de Dios sobre nosotros. Que estamos renunciando a nuestra propia voluntad a favor de la suya porque nos rendimos totalmente a Su voluntad. Aprender a adorar es aprender a decirle a Dios, de muchas maneras: No se haga mi voluntad sino la tuya.

Tenemos una disposición natural a hacer énfasis en nuestro derecho a adorar  "a nuestra propia manera". Sin embargo, la verdadera adoración es de acuerdo a los términos de Dios, no de acuerdo a los nuestros. Esto señala un hecho fundamental en cuanto a la verdadera adoración: Una vez que escojo al único Dios vivo como mi Dios, renuncio al derecho de adorar "a mi manera". En el mismo hecho de llamarlo Dios, le concede el derecho de indicarnos cómo desea ser adorado.

Cuando estamos delante de nuestro Padre celestial, nuestro verdadero Padre, Rey de reyes y Señor de señores, solo podemos decir: ¿Qué deseas Padre mío? ¿Qué desea mi Señor? ¡Hágase solamente tu voluntad y no la mía! ¿Quién podría en presencia del Señor hacer su propia voluntad?

¿Dejarías todo lo que El Señor, tu Padre, te pida que dejes? No olvides que nadie te ama, ni te amará, como Él. Comprende que nadie sabe lo que realmente te conviene y lo que verdaderamente necesitas, como Él.

Si vas a adorar, no te arrodilles solo con el cuerpo, arrodíllate sobretodo con el alma.

Mateo 6:10
Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra, así como se hace en el cielo.

Mateo 7:21
No todos los que me dicen: Señor, Señor, entrarán en el reino de los cielos, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial.

Mateo 12:50
Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Mateo 21:28-31
Jesús les preguntó: ¿Qué opinan ustedes de esto? Un hombre tenía dos hijos, y le dijo a uno de ellos: Hijo, ve hoy a trabajar a mi viñedo. El hijo le contestó: ¡No quiero ir! Pero después cambió de parecer, y fue. Luego el padre se dirigió al otro, y le dijo lo mismo. Este contestó: Sí, señor, yo iré. Pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo lo que su padre quería? El primero, contestaron ellos. Y Jesús les dijo: Les aseguro que los que cobran impuestos para Roma, y las prostitutas, entrarán antes que ustedes en el reino de los cielos.

Mateo 26:39
En seguida Jesús se fue un poco más adelante, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y oró diciendo: Padre mío, si es posible, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.

Mateo 26:42
Por segunda vez se fue, y oró así: Padre mío, si no es posible evitar que yo sufra esta prueba, hágase tu voluntad.

Juan 4:34
Pero Jesús les dijo: Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y terminar su trabajo.

Juan 6:38
Porque yo no he bajado del cielo para hacer mi propia voluntad, sino para hacer la voluntad de mi Padre, que me ha enviado.

Juan 9:31
Bien sabemos que Dios no escucha a los pecadores; solamente escucha a los que lo adoran y hacen su voluntad.

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