Mateo 19:1-12
Después de decir estas cosas, Jesús se fue de Galilea y llegó a la región de Judea que está al oriente del Jordán. Mucha gente lo siguió, y allí sanó a los enfermos.
Algunos fariseos se acercaron a Jesús y, para tenderle una trampa, le preguntaron: ¿Le está permitido a uno divorciarse de su esposa por un motivo cualquiera? Jesús les contestó: ¿No han leído ustedes en la Escritura que el que los creó en el principio, hombre y mujer los creó? Y dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona. Así que ya no son dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido.
Ellos le preguntaron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés darle a la esposa un certificado de divorcio, y despedirla así? Jesús les dijo: Precisamente por lo tercos que son ustedes, Moisés les permitió divorciarse de su esposa; pero al principio no fue de esa manera. Yo les digo que el que se divorcia de su esposa, a no ser en el caso de una unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio. Le dijeron sus discípulos: Si este es el caso del hombre en relación con su esposa, no conviene casarse.
Jesús les contestó: No todos pueden comprender esto, sino únicamente aquellos a quienes Dios les ha dado que lo comprendan. Hay diferentes razones que impiden a los hombres casarse: unos ya nacen incapacitados para el matrimonio, a otros los incapacitan los hombres, y otros viven como incapacitados por causa del reino de los cielos. El que pueda entender esto, que lo entienda.
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