http://www.obrerofiel.com/2008/06/09/qu-dice-la-biblia-acerca-de-la-guerra-espiritual/
Hay dos errores primarios cuando se habla de guerra espiritual: sobre-enfatizarla y subestimarla. Algunos culpan de cada pecado, cada conflicto y cada problema a los demonios que necesitan ser expulsados. Otros ignoran completamente la realidad espiritual, y el hecho de que la Biblia nos enseña que nuestras batallas son contra poderes espirituales. La clave para el éxito en la guerra espiritual es encontrar el balance bíblico. Algunas veces Jesús expulsó demonios de la gente, y algunas veces sanó a la gente sin mencionar lo demoníaco. El apóstol Pablo enseñó a los cristianos a librar batallas contra el pecado en ellos mismos (Romanos 6), y a librar batallas en contra del maligno (Efesios 6:10-18).
Efesios 6:10-12 declara, “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Este pasaje nos enseña algunas verdades cruciales; (1) Solo podemos estar fuertes en el poder del Señor, (2) Es la armadura de Dios la que nos protege, (3) Nuestra batalla es contra fuerzas espirituales de maldad en el mundo.
(1) Un poderoso ejemplo de esto es el arcángel Miguel en Judas verso 9. Miguel, como el más poderoso de todos los ángeles de Dios, no reprendió a Satanás en su propio poder, sino que dijo “El Señor te reprenda.” Apocalipsis 12:7-8 dice que en el final de los tiempos, Miguel derrotará a Satanás. Aún así, cuando se presentó su conflicto con Satanás, Miguel reprendió a Satanás en el nombre y autoridad de Dios, no en la suya propia. Es solo a través de nuestra relación con Jesucristo que nosotros, como cristianos, tenemos alguna autoridad sobre Satanás y sus demonios. Es solo en Su nombre que nuestra reprensión tiene algún poder.
(2) Efesios 6:13-18 nos da una descripción de la armadura espiritual que Dios nos da. Debemos estar firmes con (a) el cinturón de la verdad, (b) la coraza de justicia (c) el Evangelio de la paz, (d) el escudo de la fe, (e) el yelmo de la salvación, (f) la espada del Espíritu, y (g) orando en el Espíritu. ¿Qué es lo que estas piezas de la armadura espiritual representan para nosotros en la guerra espiritual? Debemos hablar la verdad contra las mentira de Satanás. Debemos descansar en el hecho de que somos declarados justos por el sacrificio que Cristo hizo por nosotros. Debemos proclamar el Evangelio, sin importar cuánta resistencia recibamos. No debemos vacilar en nuestra fe, no importa cuán fuertemente seamos atacados. Nuestra defensa principal es la seguridad de que tenemos nuestra salvación, y el hecho de que las fuerzas espirituales no pueden quitárnosla. Nuestra arma ofensiva está en la Palabra de Dios, no en nuestras propias opiniones y sentimientos. Debemos seguir el ejemplo de Jesús en reconocer que algunas victorias espirituales solo son posibles a través de la oración.
Jesús es nuestro mejor ejemplo para la guerra espiritual. Observa cómo Jesús manejó los ataques directos de Satanás: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a ÉL el tentador, y le dijo; Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está; No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.” (Mateo 4:1-11) La mejor manera de combatir a Satanás es la manera que Jesús nos mostró y que fue citando la Escritura, porque el diablo no puede manejar la espada del Espíritu, la Palabra del Dios Viviente.
El mejor ejemplo de cómo no comprometerse en una guerra espiritual fueron los siete hijos de Esceva. “Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo; – Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo. Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. Pero respondiendo el espíritu malo, dijo; -A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.” (Hechos 19:13-16). ¿Cuál fue el problema? Los siete hijos de Esceva estaban usando el Nombre de Jesús. Eso no es suficiente. Los siete hijos de Esceva no tenían una relación con Jesús, por lo tanto sus palabras eran carentes de cualquier poder o autoridad. Los siete hijos de Esceva se estaban basando en una metodología. Ellos no se basaban en Jesús, y no estaban empleando la Palabra de Dios en su guerra espiritual. Como consecuencia, recibieron una humillante golpiza. Aprendamos de su mal ejemplo y manejemos las batallas espirituales como lo describe la Biblia.
En resumen, ¿cuáles son las claves para el éxito en la guerra espiritual?. Primero, que nos apoyemos en el poder de Dios, no en el nuestro. Segundo, reprendamos en el Nombre de Jesús, no en el nuestro. Tercero, protegernos con toda la armadura de Dios. Cuarto, librar nuestras batallas con la espada del Espíritu – La Palabra de Dios. Por último, debemos recordar que aunque libramos batallas contra Satanás y sus demonios, no cada pecado o problema es un demonio que necesita ser reprendido. “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó” (Romanos 8:37).
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