domingo, 12 de septiembre de 2010

¿Por Qué Creo Que Jesús Resucitó?

Porque hubo muchos testigos oculares y es difícil refutar las afirmaciones de tantos testigos oculares, sobre todo cuando esos testigos estuvieron dispuestos a sufrir persecuciones y hasta martirio, por decir lo que habían presenciado, como fue el caso de los primeros seguidores de Jesús. Nadie da la vida por lo que sabe que es un invento o una mentira.
 
Mateo 28:1
Pasado el sábado, cuando al anochecer comenzaba el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro.
 
Mateo 28:8-9
Las mujeres se fueron rápidamente del sepulcro, con miedo y mucha alegría a la vez, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. En eso, Jesús se presentó ante ellas y las saludó. Ellas se acercaron a Jesús y lo adoraron, abrazándole los pies.
 
Mateo 28:16-17
Así pues, los once discípulos se fueron a Galilea, al cerro que Jesús les había indicado. Y cuando vieron a Jesús, lo adoraron, aunque algunos dudaban.
 
Marcos 16:1
Pasado el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago, y Salomé, compraron perfumes para perfumar el cuerpo de Jesús.
 
Marcos 16:12
Después de esto, Jesús se apareció en otra forma a dos de ellos que iban caminando hacia el campo.
 
Marcos 16:14
Más tarde, Jesús se apareció a los once discípulos, mientras ellos estaban sentados a la mesa. Los reprendió por su falta de fe y su terquedad, ya que no creyeron a los que lo habían visto resucitado.
 
Lucas 23:55-Lucas 24:1
Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea, fueron y vieron el sepulcro, y se fijaron en cómo habían puesto el cuerpo. Cuando volvieron a casa, prepararon perfumes y ungüentos. Las mujeres descansaron el sábado, conforme al mandamiento pero el primer día de la semana regresaron al sepulcro muy temprano, llevando los perfumes que habían preparado.
 
Lucas 24:12
Sin embargo, Pedro se fue corriendo al sepulcro; y cuando miró dentro, no vio más que las sábanas. Entonces volvió a casa, admirado de lo que había sucedido.
 
Lucas 24:13-15
Aquel mismo día, dos de los discípulos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Iban hablando de todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos.
 
Lucas 24:36-39
Estaban todavía hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo: Paz a ustedes. Ellos se asustaron mucho, pensando que estaban viendo un espíritu. Pero Jesús les dijo: ¿Por qué están asustados? ¿Por qué tienen esas dudas en su corazón? Miren mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que tengo yo.
 
Lucas 24:50-51
Luego Jesús los llevó fuera de la ciudad, hasta Betania, y alzando las manos los bendijo. Y mientras los bendecía, se apartó de ellos y fue llevado al cielo.
 
Juan 20:1
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro; y vio quitada la piedra que tapaba la entrada.
 
Juan 20:3-4
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos; pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro.
 
Juan 20:16
Jesús entonces le dijo: ¡María! Ella se volvió y le dijo en hebreo: ¡Rabuni! (que quiere decir: "Maestro")
 
Juan 20:19-20
Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo: ¡Paz a ustedes! Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor.
 
Juan 20:26-27
Ocho días después, los discípulos se habían reunido de nuevo en una casa, y esta vez Tomás estaba también. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, se puso en medio de ellos y los saludó, diciendo: ¡Paz a ustedes! Luego dijo a Tomás: Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo; ¡cree!
 
Juan 21:1
Después de esto, Jesús se apareció otra vez a sus discípulos, a orillas del Lago de Tiberias.
 
Juan 21:15
Terminado el desayuno, Jesús le preguntó a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Pedro le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Cuida de mis corderos.
 
Juan 21:24
Este es el mismo discípulo que da testimonio de estas cosas, y que las ha escrito. Y sabemos que dice la verdad.

Es difícil refutar las afirmaciones de tantos testigos oculares, sobre todo cuando esos testigos estuvieron dispuestos a sufrir persecuciones y hasta martirio, por decir lo que habían presenciado, como fue el caso de los primeros seguidores de Jesús. Nadie da la vida por lo que sabe que es un invento o una mentira.
 

Además de estos testimonios de testigos oculares, que están apoyados por sus acciones y ejemplo de vida, la mejor prueba de que Jesús está vivo esta en nuestra experiencia personal con Él. Cuando le abrimos la puerta de nuestro corazón y le pedimos que entre en nuestra vida, Él lo hace. Probablemente no se nos aparezca corporalmente, como hizo con Sus discípulos poco después de la resurrección y quizá tampoco veamos una luz cegadora, ni nos hable con voz audible, como le pasó al apóstol Pablo la primera vez que se encontró con Cristo resucitado.
 
De todos modos, esa oración sencilla y medio torpe que hacemos, nos cambia de una manera tan radical y sobrenatural, que se convierte para cada uno de nosotros en la mejor y más creíble prueba de la veracidad de que Cristo vive. De esa forma se inicia una relación que se hace más profunda con el tiempo, hasta el punto de que no podemos concebir nuestra vida sin Su amorosa presencia. Los cristianos creemos que Jesús resucitó porque nos lo dice nuestra experiencia.
 
No hay ningún hecho en la historia de la humanidad que haya sido demostrado por pruebas más irrebatibles y concluyentes que la gran señal que El Señor nos dio de que Cristo murió por nosotros y resucitó de entre los muertos.
 
¡Jesús Vive!
 
Oremos:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea Tu nombre, quiero volverme a ti y vivir en Tu reino porque lo necesito. Gracias por amarme tanto, que enviaste a Jesucristo, para morir en la cruz por mis pecados y para que yo crea en El y no muera sino que tenga vida eterna. Te abro Padre la puerta de mi vida. Creo en Jesucristo como mi Señor y Salvador y lo recibo. Señor, gracias por perdonar mis pecados, así como yo he perdonado a todos los que me han ofendido y por darme el regalo de la vida eterna. Espíritu Santo, Toma control de mi vida. Hazme la persona que Tú quieres que yo sea. Yo quiero ser discípulo de Jesucristo, obedecer todo lo que Él nos has mandado y aceptar que se haga siempre Tu voluntad tanto en la tierra como en el cielo. Yo se que tú me amas y quiero demostrarte que te amo con mi obediencia, para que te muestres a mí y yo pueda permanecer en Tu amor y para que El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo vengan a vivir conmigo desde hoy y para siempre. Dame hoy mi pan diario físico y espiritual y fortaléceme para no caer en las tentaciones.
 
 
 
Los versículos de la Biblia citados, son de la versión: Dios Habla Hoy.
 
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Mateo 10:8b
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1 Pedro 4:10
Como buenos administradores de los diferentes dones de Dios, cada uno de ustedes sirva a los demás según lo que haya recibido.
2 Juan 1:8

Tengan ustedes cuidado, para no perder el resultado de nuestro trabajo, sino recibir su recompensa completa. 

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