Annie Lobert se crió en una familia abusiva y buscó a los muchachos en la escuela para encontrar un poco de autoestima. Después de graduarse, se mudó lejos de casa y pensó que el dinero era la respuesta. El deseo del dinero la llevó a ejercer la prostitución. Ella se sorprendió de que pudiera ganar cientos si no miles de dólares, vendiéndose a sí misma. Un día, ella fue secuestrada por un proxeneta. La golpeó y le dijo que, si trataba de escapar, la mataría. Ella pudo escapar de él después de cinco largos años, pero entonces cayó con cáncer, perdió todo su pelo, recibió quimioterapia y se hizo adicta a los analgésicos, lo que la llevó a la cocaína. Una vez sufrió una sobredosis y acostada allí, sabía que todo había terminado. Fue entonces cuando ella gritó, Jesús, por favor, sálvame. No sé si eres real, pero no me quiero morir. La ambulancia llegó, y ella sabía que Jesús había escuchado su oración. Lobert mejoró y comenzó a leer la Biblia. Ella escuchó que Dios le dijo: Annie, quiero que vuelvas al sitio de donde vienes y que le digas a las chicas que están en esa esclavitud que las amo. No importa dónde han estado, no importa lo que han hecho, no importa qué tan profundamente sucias se sienten, hay redención. Lobert fundó "Prostitutas para Jesús" en enero de 2005 para hacer frente a las realidades del comercio de personas para sexo, la violencia sexual y la explotación vinculada a la pornografía y la industria del sexo. Lobert concluyó su historia en tan sólo tres líneas. Niña perdida, pensaba que nadie la quería, pensaba que nadie la amaba, se escapó de su castillo. Pero Dios la encontró en ese camino oscuro y le dijo: Puedes venir a casa ahora. Estoy aquí y yo nunca te dejé. Vuelce a Casa, a Jesús.
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