No te exaltes a ti mismo. ¿Confías en la rectitud de tus acciones y desapruebas a los que actúan de una manera incorrecta? Ten cuidado... no caigas en el error de exaltarte a ti mismo. Más bien, se humilde y busca el perdón de Dios, porque todos somos hijos imperfectos de Dios, quien es misericordioso con sus hijos que son humildes. Jesús contó la siguiente historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia rectitud y despreciaban a los demás: Dos hombres fueron al templo a orar. El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración: Te agradezco, Dios, que no soy un pecador como todos los demás. Pues no engaño, no peco y no cometo adulterio. Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos. En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: Oh, Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador. Les digo que fue este pecador, y no el fariseo, quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados. Lucas 18:9-14
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