Ora aunque tengas que gritar. No permitas que la gente o las circunstancias te impidan orar. Pídele a Dios lo que anheles en tu corazón, aunque te manden a callar. Fíjate en el ejemplo de estos dos ciegos: Mientras Jesús y sus discípulos salían de la ciudad de Jericó, una gran multitud los seguía. Dos hombres ciegos estaban sentados junto al camino. Cuando oyeron que Jesús venía en dirección a ellos, comenzaron a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!». «¡Cállense!», les gritó la multitud. Sin embargo, los dos ciegos gritaban aún más fuerte: «¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!». Cuando Jesús los oyó, se detuvo y los llamó: —¿Qué quieren que haga por ustedes? —Señor —dijeron—, ¡queremos ver! Jesús se compadeció de ellos y les tocó los ojos. ¡Al instante pudieron ver! Luego lo siguieron. Mateo 20:29-34 NTV
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