La humildad es una de esas características que está bien para ser alabada en otros pero que realmente no estamos interesados en practicar. El problema está en el paradigma que la sociedad ha construido sobre la humildad. Sobre la humildad, el diccionario dice: Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. Bajeza de nacimiento o de otra cualquier especie. Sumisión, rendimiento.
De acuerdo con esta definición la humildad es el reconocimiento de nuestras limitaciones y debilidades, el resultado de nuestra bajeza o nuestra sumisión y rendición. Con esa definición no es de extrañar que nadie quiera ser humilde.
Lo que realmente significa la humildad, es esa cualidad de las personas que rechazan el orgullo, la soberbia, la vanidad y la arrogancia. Es estar satisfechos con lo que somos sin necesitar comparar nuestras fortalezas con las debilidades de los demás. Es descubrir que la humildad es una demostración de gran fortaleza y la puerta de entrada a la verdadera sabiduría y poder.
Cuando aprendemos sobre humildad con las enseñanzas de Jesucristo, comprendemos que para poder recibir todo lo bueno y deseable que existe, es necesario que seamos humildes.
Se humilde pero no seas débil ni cobarde. Deja el orgullo, la soberbia, la vanidad y la arrogancia. Se humilde, sabio y fuerte, como Jesús.
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