Dios es tu Padre que está en el cielo. O sea, tu Papá. A Él debes amar con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
Si te preguntan si amas a Dios, dices rápidamente que sí. Es probable que hasta pienses que es así. Pero ¿Realmente lo amas? ¿Es Él lo más importante en tu vida? ¿Lo obedeces? O, la realidad es que tu Padre que está en el cielo está muy por debajo de otras prioridades en tu vidas.
Veamos, cuando revisas las prioridad que ocupan en tu vida: la ambición por el dinero, la avaricia de bienes materiales, la búsqueda del placer, el deseo de obtener más poder, la atracción del prestigio y de la fama, el anhelo de mejorar tu apariencia personal, tus ocupaciones y rutinas diarias, tus hobbies y tus adicciones y vicios ¿En qué lugar queda El Señor? ¿Que prioridad tiene y cuanto tiempo le dedicas a tu relación personal con tu Padre celestial? Revisa tu agenda diaria para que determines tus verdaderas prioridades.
Dices que crees en Dios y amas a Dios. Ahora, determina si lo que dices corresponde con lo que haces. ¿Es Dios es lo más importante para ti?
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