Casi nadie desea ser el último, el más pequeño, el que sirve a los demás o el subordinado. Nuestro paradigma nos hace desear ser siempre el primero, el más grande, el que es servido y el Jefe y Señor.
Los aspectos que el mundo considera para medir la grandeza y la importancia de una persona, probablemente son obvios. Sin embargo, no tiene nada que ver la notoriedad de una persona por sus características o logros, con su grandeza e importancia desde el punto de vista de Dios. Para El Señor, la grandeza y la importancia son cualidades del alma. No es en realidad un rango o posición y puede coronar igualmente a una persona muy notoria o a una sin notoriedad alguna.
Jesucristo estableció que la verdadera grandeza y la real importancia de las personas se logra cuando se entregan al servicio del prójimo o dicho de otra manera, cuando se dedican a aliviar las cargas de otros.
No importa lo que haces, sino como reflejas a Jesús. Haz lo pequeño como si fuera grande y lo grande como si fuera pequeño. El grande es Él.
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