A menudo mentimos, no decimos toda la verdad, o manipulamos la verdad. El hecho es que no actuamos íntegramente y hay diferencias entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Sólo existen dos razones para mentir: para ganar algo o para evitar perder algo. Piénsalo y verás que toda mentira está incluida entre esas dos razones. Y en ambas razones está involucrado alguien que es perjudicado.
¿Cómo puedes amar a tu prójimo como a ti mismo y a la vez decir mentiras en perjuicio suyo? No hay amor en la mentira. Dios es amor y es verdad. Dios no es como los mortales: no miente ni cambia de opinión. Cuando él dice una cosa, la realiza. Cuando hace una promesa, la cumple. Tu tienes el ejemplo de Jesús. Él nunca hablaba ni obraba fuera de la verdad. No había diferencia entre sus pensamientos, palabras y obras.
Cada vez que mientes, desobedeces a Dios, te haces esclavo de la mentira, debilitas tu espíritu y te haces más pequeño en el Reino de Dios. Cada vez que te mantienes fiel a la verdad, eres obediente y libre, te fortaleces espiritualmente y creces en el Reino de tu Padre.
La mentira te hace esclavo y débil, pero la verdad de hace libre y fuerte. Dios quiere que crezcas fuerte y libre en la luz de la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario