Pero yo les digo que cualquiera que mira con deseo a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Mateo 5:28
Un hombre encuentra el tesoro y lo vuelve a esconder allí mismo; lleno de alegría va, vende todo lo que tiene y compra ese terreno. Mt 13:44
¿O es que te da envidia que yo sea bondadoso? Mateo 20:15
Les hablo así para que se alegren conmigo y su alegría sea completa. Juan 15:11
Sin embargo, aunque ustedes estén tristes, su tristeza se convertirá en alegría. Juan 16:20b
Ustedes se afligen ahora; pero volveré a verlos y entonces su corazón se llenará de alegría una alegría que nadie les podrá quitar. Jn 16:22
En mi naturaleza débil, no reside el bien; pues aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. Romanos 7:18
Al contrario, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no busquen satisfacer los malos deseos de la naturaleza humana. Romanos 13:14
Mientras haya entre ustedes envidias y discordias, es que todavía son débiles y actúan con criterios puramente humanos. 1 Corintios 3:3
Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso. 1 Corintios 13:4
Por lo tanto, digo: Vivan según el Espíritu, y no busquen satisfacer sus propios malos deseos. Gálatas 5:16
No seamos orgullosos, ni sembremos rivalidades y envidias entre nosotros. Gálatas 5:26
Amar el dinero es raíz de muchos males; hay quienes por codicia se han desviado de la fe y se han causado terribles sufrimientos. 1 Tim 6:10
Deben renunciar a su antigua manera de vivir ya que todo eso se ha corrompido, a causa de los deseos engañosos. Efesios 4:22
Dios según su bondadosa determinación es quien hace nacer en ustedes los buenos deseos y quien los ayuda a llevarlos a cabo. Filipenses 2:13
Vivíamos en maldad y envidia, odiados y odiándonos unos a otros. Tito 3:3
Al contrario, uno es tentado por sus propios malos deseos, que lo atraen y lo seducen. Santiago 1:14
¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? Pues de los malos deseos que siempre están luchando en su interior. Santiago 4:1
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