En la época de mis abuelos los tratos y las negociaciones eran a través de la palabra y esta se respetaba. Actualmente los tratos y las negociaciones se hacen a través de documentos notariados porque las personas tienden a mentir y ya nadie confía en nadie.
Mentir es hacer creer a alguien que es cierto lo que no lo es y engañar, que es muy parecido, es dar a la mentira una apariencia de verdad, valiéndose de palabras o de obras aparentes y fingidas.
Hay tanta mentira que ya nadie cree en nadie. Los gobiernos, las instituciones, las empresas y las personas han perdido credibilidad. Mentimos para obtener ganancias materiales, para obtener poder, para lograr conquistas amorosas, para ganar fama o para evitar una penalidad.
Puede haber muchas razones para justificar una mentira, pero cuando estudiamos la historia del mundo, no pueden quedar dudas de que la mentira siempre termina en desastre.
Tratando de ser muy astutos en nuestra propia y equivocada sabiduría humana, hemos hecho una cultura de la mentira, como medio de obtener ventajas y ganancias. Olvidándonos de Dios y de su palabra, estamos pagando las consecuencias en un mundo sin credibilidad y lleno desconfianza y temor. Sin embargo, los hijos del único y verdadero Dios vivo, debemos asumir el reto de luchar contra la mentira.
No mientas, porque la mentira te llevará a perder, independientemente de lo que pienses que has ganado mintiendo.
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