Si eres una persona responsable, quieres cumplir bien con tu trabajo, sobresalir en lo que haces y demostrar que eres capaz, útil, responsable y confiable.
Y aunque esa actitud es excelente y necesaria para poder prosperar y crecer, debes comprender que nunca lograrás la perfección y por eso, puedes equivocarte y fallar en cualquiera de tus roles familiares, profesionales o sociales. Siempre quieres hacer las cosas bien, pero no siempre lo haces y ahí vienen los problemas.
Además es muy difícil ser exitoso de una manera integral. Por ejemplo, hay personas muy exitosas en su vida profesional, pero su vida familiar y social es un desastre y hay quienes son muy exitosos socialmente pero no funcionan en su trabajo y familia.
Cuando quieres ser perfecto pero te equivocas y fallas, o cuando tu éxito solo aplica a un área de tu vida y has fracasado en otras, sientes frustración. Es entonces cuando intentas balancear las cosas y tratas de ocultar tus fracasos con tus éxitos o te apoyas equivocadamente en tu área fuerte para tratar de destacar en tu área débil.
El único perfecto es Dios y Él es además, el único que puede balancear tu vida. Para lograr eso necesitas dejar de lado tu orgullo y autosuficiencia, permitiendo que Dios trabaje en tu vida.
Cuando tú trabajas, tú estás en control. Cuando Dios trabaja, Él está en control. Tú decides en quien confiar.
Cuando Dios trabaja, todo es posible.
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