El ser humano es insaciable y por esa razón siempre quiere más. Si eres insaciable siempre te lamentarás por lo que no tienes, perdiendo la capacidad de apreciar todo lo que tienes. Te sentirás pobre en medio de la más grande riqueza.
¿Quieres saber que tan rico eres? Visita un hospital, una cárcel, un orfanato, un ancianato, una clínica de rehabilitación, un campo de refugiados y desplazados o una ciudad devastada por la guerra o por una catástrofe natural. También puedes pensar en las 35.000 personas que mueren de hambre diariamente, en los miles de personas que han muerto o perdido sus miembros con las terribles minas terrestres o en los millones de niños abandonados, esclavizados y prostituidos.
Y toda tu vida has sentido insatisfacción con lo que tienes. Has vivido y pensado como pobre, estando en medio de la abundancia, porque todo es relativo y siempre te comparas con los pocos que aparentemente tienen más que tu y no con las multitudes que definitivamente tienen muchísimo menos que tu.
¿Cuánto vale tu cuerpo y tu salud? ¿Cuánto vale el amor de tu familia y amigos? ¿Cuánto valen el techo, el abrigo y la alimentación que disfrutas? ¿Cuánto valen tu paz, alegría y felicidad? Y lo más importante de todo ¿Cuánto vale para ti, el amor infinito que Dios te da? ¡Cuánta riqueza!
Para Dios, tu riqueza está dentro de ti y no fuera de ti.
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