miércoles, 2 de marzo de 2011

¿Y Por Qué?

A veces nos preguntamos: ¿Por qué Dios me ha dado esto?

Esta pregunta puede tener muchas facetas. Podemos estar hablando de nuestra apariencia, salud, finanzas, familia, capacidad, inteligencia, vida sentimental, profesión, fama, poder, etc.

Podemos creer tener exceso o falta de cualquiera de los elementos antes mencionados, sobre todo porque nos estamos comparando con lo que tienen otros y siempre nos parece que debería ser diferente y le pedimos a Dios que nos mejore o nos cambie.

Sin embargo, ¿Cuántas veces le damos gracias a Dios por lo que tenemos y le pedimos a Él que nos guíe en como usar lo que nos dio de acuerdo con sus planes?

Dios no te juzga según el éxito que tienes, sino por lo fiel que eres con lo que Él te dio.

Mateo 20:1-16
Sucede con el reino de los cielos como con el dueño de una finca, que salió muy de mañana a contratar trabajadores para su viñedo. Se arregló con ellos para pagarles el salario de un día, y los mandó a trabajar a su viñedo. Volvió a salir como a las nueve de la mañana, y vio a otros que estaban en la plaza desocupados. Les dijo: Vayan también ustedes a trabajar a mi viñedo, y les daré lo que sea justo. Y ellos fueron. El dueño salió de nuevo a eso del mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, e hizo lo mismo. Alrededor de las cinco de la tarde volvió a la plaza, y encontró en ella a otros que estaban desocupados. Les preguntó: ¿Por qué están ustedes aquí todo el día sin trabajar? Le contestaron: Porque nadie nos ha contratado. Entonces les dijo: Vayan también ustedes a trabajar a mi viñedo. Cuando llegó la noche, el dueño dijo al encargado del trabajo: Llama a los trabajadores, y págales comenzando por los últimos que entraron y terminando por los que entraron primero. Se presentaron, pues, los que habían entrado a trabajar alrededor de las cinco de la tarde, y cada uno recibió el salario completo de un día. Después, cuando les tocó el turno a los que habían entrado primero, pensaron que iban a recibir más; pero cada uno de ellos recibió también el salario de un día. Al cobrarlo, comenzaron a murmurar contra el dueño, diciendo: Estos, que llegaron al final, trabajaron solamente una hora, y usted les ha pagado igual que a nosotros, que hemos aguantado el trabajo y el calor de todo el día. Pero el dueño contestó a uno de ellos: Amigo, no te estoy haciendo ninguna injusticia. ¿Acaso no te arreglaste conmigo por el salario de un día? Pues toma tu paga y vete. Si yo quiero darle a este que entró a trabajar al final lo mismo que te doy a ti, es porque tengo el derecho de hacer lo que quiera con mi dinero. ¿O es que te da envidia que yo sea bondadoso? De modo que los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos.

Mateo 25:14-30
Sucederá también con el reino de los cielos como con un hombre que, estando a punto de irse a otro país, llamó a sus empleados y les encargó que le cuidaran su dinero. A uno de ellos le entregó cinco mil monedas, a otro dos mil y a otro mil: a cada uno según su capacidad. Entonces se fue de viaje. El empleado que recibió las cinco mil monedas hizo negocio con el dinero y ganó otras cinco mil monedas. Del mismo modo, el que recibió dos mil ganó otras dos mil. Pero el que recibió mil fue y escondió el dinero de su jefe en un hoyo que hizo en la tierra. Mucho tiempo después volvió el jefe de aquellos empleados, y se puso a hacer cuentas con ellos. Primero llegó el que había recibido las cinco mil monedas, y entregó a su jefe otras cinco mil, diciéndole: Señor, usted me dio cinco mil, y aquí tiene otras cinco mil que gané. El jefe le dijo: Muy bien, eres un empleado bueno y fiel; ya que fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo. Después llegó el empleado que había recibido las dos mil monedas, y dijo: Señor, usted me dio dos mil, y aquí tiene otras dos mil que gané. El jefe le dijo: Muy bien, eres un empleado bueno y fiel; ya que fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo. Pero cuando llegó el empleado que había recibido las mil monedas, le dijo a su jefe: Señor, yo sabía que usted es un hombre duro, que cosecha donde no sembró y recoge donde no esparció. Por eso tuve miedo, y fui y escondí su dinero en la tierra. Pero aquí tiene lo que es suyo. El jefe le contestó: Tú eres un empleado malo y perezoso, pues si sabías que yo cosecho donde no sembré y que recojo donde no esparcí, deberías haber llevado mi dinero al banco, y yo, al volver, habría recibido mi dinero más los intereses. Y dijo a los que estaban allí: Quítenle las mil monedas, y dénselas al que tiene diez mil. Porque al que tiene, se le dará más, y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. Y a este empleado inútil, échenlo fuera, a la oscuridad. Entonces vendrán el llanto y la desesperación.

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