viernes, 28 de enero de 2011

¿Hacer Todo Eso? ¿Yo?

John Wesley (1703-1791) dijo: Haz todo lo que puedas, por todos los medios que  puedas, de todas las formas que puedas, en todos los lugares que puedas, todas las veces que puedas, durante tanto tiempo como puedas.

Y nosotros podríamos agregar: A todas las personas que puedas.

Eso suena a bastante… mucho… o tal vez… demasiado. Y nosotros bien podríamos preguntarnos: ¿Hacer Todo Eso? ¿Yo?

Para poder comprender este pensamiento debemos notar que todas las frases terminan en: "que puedas" o sea, no se está sugiriendo que hagamos lo imposible, sino lo posible. Sin embargo, debemos ser muy objetivos para definir lo que es posible para nosotros, porque usualmente podemos hacer más de lo que creemos o pensamos que podemos hacer. Y también es cierto que cuando nos iniciamos en este camino de hacer algo por los demás, nuestras capacidades aumentan según vamos avanzando.

No deberíamos sorprendernos por este pensamiento de John Wesley. Jesús nos mandó a amar al prójimo como a nosotros mismos, tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros, llevar la carga de otro una milla más, perdonarlo todo, amar sin restricciones y a morir por nuestros amigos. Eso es mucho más de lo que sugiere John Wesley. Pero si nunca lo intentamos, si nunca comenzamos, nunca sabremos todo lo que podemos hacer y estaríamos faltando al modelo de vida que Jesús nos dejó.

Comencemos:
  • Oremos por las necesidades de otras personas.
  • Regalemos apretones de mano, abrazos, sonrisas y besos.
  • Repartamos libremente palabras de amor, cariño y ternura.
  • Digamos con mucha frecuencia: Dios te bendiga.
  • Visitemos a los enfermos.
  • Ayudemos a levantar las cargas físicas de otros, como las bolas de mercado o las cajas de una mudanza.
  • Ayudemos a llevar las cargas emocionales y espirituales de otros, escuchándolos, llorando con ellos, dándoles la palabra de Dios para fortalecerlos y orando por ellos.
  • Ayudar a caminar a alguien que tenga dificultades para hacerlo.
  • Demos agua al sediento y comida al hambriento.
  • Si conocemos a alguien que está preso, visitémoslo.

Todo esto, nos gustaría recibirlo a nosotros mismos y es por esa razón que debemos hacerlo por otros. No podemos olvidar la regla de oro que Jesús nos dejó:

Mateo 7:12-14
Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la ley y los profetas. Entren por la puerta angosta. Porque la puerta y el camino que llevan a la perdición son anchos y espaciosos, y muchos entran por ellos; pero la puerta y el camino que llevan a la vida son angostos y difíciles, y pocos los encuentran.

Tampoco podemos obviar el gran mandamiento que Jesús nos explico con tanto detalle:

Lucas 10:25-37
Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerlo a prueba le preguntó: Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees? El maestro de la ley contestó: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo. Jesús le dijo: Has contestado bien. Si haces eso, tendrás la vida. Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús entonces le contestó: Un hombre iba por el camino de Jerusalén a Jericó, y unos bandidos lo asaltaron y le quitaron hasta la ropa; lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote pasaba por el mismo camino; pero al verlo, dio un rodeo y siguió adelante. También un levita llegó a aquel lugar, y cuando lo vio, dio un rodeo y siguió adelante. Pero un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, al verlo, sintió compasión. Se acercó a él, le curó las heridas con aceite y vino, y le puso vendas. Luego lo subió en su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, el samaritano sacó el equivalente al salario de dos días, se lo dio al dueño del alojamiento y le dijo: Cuide a este hombre, y si gasta usted algo más, yo se lo pagaré cuando vuelva. Pues bien, ¿cuál de esos tres te parece que se hizo prójimo del hombre asaltado por los bandidos? El maestro de la ley contestó: El que tuvo compasión de él. Jesús le dijo: Pues ve y haz tú lo mismo.

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