martes, 18 de enero de 2011

Evangelio Diario: Enero 18

Mateo 8:1-13
 
Cuando Jesús bajó del monte, mucha gente lo siguió. En esto se le acercó un hombre enfermo de lepra, el cual se puso de rodillas delante de él y le dijo: Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad. Jesús lo tocó con la mano, y dijo: Quiero. ¡Queda limpio! Al momento, el leproso quedó limpio de su enfermedad. Jesús añadió: Mira, no se lo digas a nadie; solamente ve y preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que conste ante los sacerdotes.
 
Al entrar Jesús en Cafarnaúm, un capitán romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo: Señor, mi criado está en casa enfermo, paralizado y sufriendo terribles dolores. Jesús le respondió: Iré a sanarlo. El capitán contestó: Señor, yo no merezco que entres en mi casa; solamente da la orden, y mi criado quedará sano. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando le digo a uno de ellos que vaya, va; cuando le digo a otro que venga, viene; y cuando mando a mi criado que haga algo, lo hace. Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que le seguían: Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre.
 
Y les digo que muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán a comer con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, pero los que deberían estar en el reino, serán echados a la oscuridad de afuera. Entonces vendrán el llanto y la desesperación. Luego Jesús dijo al capitán: --Vete a tu casa, y que se haga tal como has creído. En ese mismo momento el criado quedó sano.

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