Mateo 3:1-9
Por aquel tiempo se presentó Juan el Bautista en el desierto de Judea. En su proclamación decía: ¡Vuélvanse a Dios, porque el reino de los cielos está cerca! Juan era aquel de quien Dios había dicho por medio del profeta Isaías: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor; ábranle un camino recto. La ropa de Juan estaba hecha de pelo de camello, y se la sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero; su comida era langostas y miel del monte.
La gente de Jerusalén y todos los de la región de Judea y de la región cercana al Jordán salían a oírle. Confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán. Pero cuando Juan vio que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les dijo: ¡Raza de víboras! ¿Quién les ha dicho a ustedes que van a librarse del terrible castigo que se acerca? Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor, y no presuman diciéndose a sí mismos: Nosotros somos descendientes de Abraham; porque les aseguro que incluso a estas piedras Dios puede convertirlas en descendientes de Abraham.
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