El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro; y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Entonces se fue corriendo a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo: ¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto! Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos; pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se agachó a mirar, y vio allí las vendas, pero no entró. Detrás de él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas; y además vio que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado, y creyó. Pues todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que él tenía que resucitar. Luego, aquellos discípulos regresaron a su casa.
miércoles, 5 de enero de 2011
¿Aceptarías Morir Por Una Mentira?
Los escépticos aducen que es completamente ilógico creer que Jesús resucitara y se apareciera ante sus amigos y seguidores después de haber sido brutalmente ejecutado y encerrado en una tumba sellada durante tres días y tres noches.
Sin embargo, ¿es tan ilógico? Existe un argumento a favor de la resurrección de Jesús que siempre me ha parecido convincente: Los discípulos de Cristo estuvieron dispuestos a jugarse la vida por los relatos de sus encuentros con el Salvador resucitado. Hay que recordar que se trata de los mismos hombres que pocos días antes de verlo y de empezar a anunciar Su resurrección fueron víctimas del abatimiento y las dudas y se ocultaron por temor a perder la vida. ¿Fue acaso todo aquello un invento? ¿Habrían estado dispuestos a sufrir lo que sufrieron, golpizas, encarcelamientos y la propia muerte, por una mentira? Bajo esas presiones, los farsantes confiesan sus engaños y traicionan a sus cómplices. Los discípulos de Jesús no lo hicieron.
Está claro que creían firmemente en lo que predicaban. Lo mismo se aplica al apóstol Pablo, quien fue uno de los más feroces perseguidores de aquellos discípulos hasta que el propio Cristo resucitado se le apareció en el camino a Damasco. Para Pablo y los demás testigos oculares no era una cuestión de lógica ni de razón, ni siquiera de fe ciega; era su propia experiencia. Todos ellos estuvieron en presencia del Salvador resucitado.
En mi caso, puedo decir lo mismo. Aunque Jesús no se me haya aparecido en forma corporal, mi experiencia con Él ha sido tan real como espléndida. ¡Lo tengo en mi interior!
Siempre hay una ocasión para comenzar de nuevos. Deja que Jesús toque tu vida, si aun no lo ha hecho, y Él no solo te dará un futuro en el Cielo, sino también un maravilloso comienzo ahora mismo. ¡Renuévate!
Juan 1:12-13
Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado.
Juan 3:1-21
Había un fariseo llamado Nicodemo, que era un hombre importante entre los judíos. Este fue de noche a visitar a Jesús, y le dijo: Maestro, sabemos que Dios te ha enviado a enseñarnos, porque nadie podría hacer los milagros que tú haces, si Dios no estuviera con él.Jesús le dijo: Te aseguro que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le preguntó: ¿Y cómo puede uno nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso podrá entrar otra vez dentro de su madre, para volver a nacer? Jesús le contestó: Te aseguro que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de padres humanos, es humano; lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te extrañes de que te diga: Todos tienen que nacer de nuevo. El viento sopla por donde quiere, y aunque oyes su ruido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son también todos los que nacen del Espíritu. Nicodemo volvió a preguntarle: ¿Cómo puede ser esto? Jesús le contestó: ¿Tú, que eres el maestro de Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos, y somos testigos de lo que hemos visto; pero ustedes no creen lo que les decimos. Si no me creen cuando les hablo de las cosas de este mundo, ¿cómo me van a creer si les hablo de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo; es decir, el Hijo del hombre. Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también el Hijo del hombre tiene que ser levantado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en el Hijo de Dios, no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios. Los que no creen, ya han sido condenados, pues, como hacían cosas malas, cuando la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz. Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están haciendo. Pero los que viven de acuerdo con la verdad, se acercan a la luz para que se vea que todo lo hacen de acuerdo con la voluntad de Dios.
Juan 20:1-10
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