¿Cómo actuamos con respecto a personas pecadoras y de mala fama? ¿Cómo nos sentimos con respecto a los desechables e indeseables? ¿Qué opinamos y qué actitud tomamos con respecto a las personas que no cumplen con los ritos y tradiciones religiosas que nosotros pensamos que se deben practicar y cumplir?
La compasión se refiere específicamente a una sensibilidad al dolor de otros que, a su vez, produce un deseo de aportar alivio al afligido. Este sentimiento es el que más refleja el carácter de Cristo, pues la compasión tiene que ver con un corazón que no mide si la otra persona es merecedora de nuestro socorro, sino que se da a sí mismo por el bien del otro.
La compasión comienza a contagiarnos de un interés por la realidad que afecta la vida de los demás. Ya no juzgamos con dureza a aquellos que están en situaciones difíciles, condenándolos porque vemos en sus vidas las claras consecuencias del pecado. Más bien, comenzamos a ver que son personas atrapadas en un sistema maligno, enceguecidas por las tinieblas de este mundo, que necesitan con desesperación que alguien se les acerque para indicarles el camino hacia la luz y la vida.
Los fariseos, por ejemplo, no mostraron ninguna compasión hacia la mujer sorprendida en adulterio. Jesús tampoco aprobaba el adulterio, pero tuvo compasión de la mujer. Jesús detestaba el pecado, pero amaba y tenía compasión de los pecadores:
Cuando hemos sido alcanzados por la misericordia, podemos ser también misericordiosos con otros. Para esto, es necesario que Dios periódicamente nos recuerde lo mucho que él nos ha perdonado a nosotros, pues el que mucho ama, mucho ha sido perdonado. El principio es claro: todos hemos recibido la invitación a ser parte del reino. Pero una vez que hemos sido admitidos, no es posible que no tengamos la misma actitud de compasión hacia los demás, que ha sido mostrada hacia nuestras personas.
Por esas mismas razones, Simón el fariseo se mostró horrorizado de que el Maestro permitiera que una mujer pecadora lo tocara y Jesús le dio una lección al enseñarle a dar a nuestros hermanos el mismo amor y compasión que hemos recibido de nuestro Padre celestial.
Jesús de Nazaret, Jesucristo, nuestro Maestro, Guía, Pastor y Sacerdote, no nos enseñó a ser religiosos, pero si nos enseñó a ser compasivos. Aprendamos de Él, sigámoslo y seamos obedientes.
Miremos hacia Jesús para aprender de Él:
Mateo 5:7
Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos.
Mateo 9:10-13
Sucedió que Jesús estaba comiendo en la casa, y muchos de los que cobraban impuestos para Roma, y otra gente de mala fama, llegaron y se sentaron también a la mesa junto con Jesús y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: ¿Cómo es que su maestro come con cobradores de impuestos y pecadores? Jesús lo oyó y les dijo: Los que están buenos y sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan el significado de estas palabras: Lo que quiero es que sean compasivos, y no que ofrezcan sacrificios. Pues yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
Mateo 12:18
Por aquel tiempo, Jesús caminaba un sábado entre los sembrados. Sus discípulos sintieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas de trigo y a comer los granos. Los fariseos lo vieron, y dijeron a Jesús: Mira, tus discípulos están haciendo algo que no está permitido hacer en sábado. Él les contestó: ¿No han leído ustedes lo que hizo David en una ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Pues entró en la casa de Dios y comieron los panes consagrados a Dios, los cuales no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes. ¿O no han leído en la ley de Moisés que los sacerdotes en el templo no cometen pecado aunque no descansen el sábado? Pues les digo que aquí hay algo más importante que el templo. Ustedes no han entendido el significado de estas palabras: Lo que quiero es que sean compasivos, y no que ofrezcan sacrificios. Si lo hubieran entendido, no condenarían a quienes no han cometido ninguna falta. Pues bien, el Hijo del hombre tiene autoridad sobre el sábado.
Mateo 23:23
¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que separan para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hacen caso de las enseñanzas más importantes de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro.
Juan 8:3-11
Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer, a la que habían sorprendido cometiendo adulterio. La pusieron en medio de todos los presentes, y dijeron a Jesús: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de cometer adulterio. En la ley, Moisés nos ordenó que se matara a pedradas a esta clase de mujeres. ¿Tú qué dices? Ellos preguntaron esto para ponerlo a prueba, y tener así de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y comenzó a escribir en la tierra con el dedo. Luego, como seguían preguntándole, se enderezó y les dijo: Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra. Y volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír esto, uno tras otro comenzaron a irse, y los primeros en hacerlo fueron los más viejos. Cuando Jesús se encontró solo con la mujer, que se había quedado allí, se enderezó y le preguntó: Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? Ella le contestó: Ninguno, Señor. Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno; ahora, vete y no vuelvas a pecar.
Lucas 7:36-50
Un fariseo invitó a Jesús a comer, y Jesús fue a su casa. Estaba sentado a la mesa, cuando una mujer de mala vida, que vivía en el mismo pueblo y que supo que Jesús había ido a comer a casa del fariseo, llegó con un frasco de alabastro lleno de perfume. Llorando, se puso junto a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con lágrimas. Luego los secó con sus cabellos, los besó y derramó sobre ellos el perfume. El fariseo que había invitado a Jesús, al ver esto, pensó: Si este hombre fuera de veras un profeta, se daría cuenta de qué clase de persona es esta que lo está tocando: una mujer de mala vida. Entonces Jesús le dijo al fariseo: Simón, tengo algo que decirte. El fariseo contestó: Dímelo, Maestro. Jesús siguió: Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y como no le podían pagar, el prestamista les perdonó la deuda a los dos. Ahora dime, ¿cuál de ellos le amará más? Simón le contestó: Me parece que el hombre a quien más le perdonó. Jesús le dijo: Tienes razón. Entonces, mirando a la mujer, Jesús dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; en cambio, esta mujer me ha bañado los pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me saludaste con un beso, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. No me pusiste ungüento en la cabeza, pero ella ha derramado perfume sobre mis pies. Por esto te digo que sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; pero la persona a quien poco se le perdona, poco amor muestra. Luego dijo a la mujer: Tus pecados te son perdonados. Los otros invitados que estaban allí, comenzaron a preguntarse: ¿Quién es este, que hasta perdona pecados? Pero Jesús añadió, dirigiéndose a la mujer: Por tu fe has sido salvada; vete tranquila.
Los versículos de la Biblia citados, son de la versión: Dios Habla Hoy.
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Mateo 10:8b
Ustedes recibieron gratis este poder; no cobren tampoco por emplearlo.
1 Pedro 4:10
Como buenos administradores de los diferentes dones de Dios, cada uno de ustedes sirva a los demás según lo que haya recibido.
2 Juan 1:8
Tengan ustedes cuidado, para no perder el resultado de nuestro trabajo, sino recibir su recompensa completa.
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