Cuando nuestros amigos están enfermos, deprimidos, derrotados, fracasados, abatidos, débiles, impedidos, desanimados, incapacitados, físicamente, económicamente o emocionalmente, ¿Qué hacemos? Cuando nuestros amigos no pueden valerse por si mismos y no pueden procurar una solución a sus problemas, ¿Cuál es nuestra actitud?
No importa cuales sean los problemas de nuestros amigos, físicos, económicos o emocionales. Tenemos la responsabilidad de ayudarlos. Por supuesto todo comienza con nuestra compañía y palabras de apoyo, consejo y edificación, pero es nuestra obligación cristiana ir más allá y hacer por ellos lo que no pueden hacer por sí mismos. Ser sus piernas, brazos, manos, mentes, planificadores, ejecutores, proveedores o cualquier cosa que ellos necesiten y que no puedan hacer por si mismos.
Tristemente, como alguien ha observado alguna vez, el ejército cristiano es el único en el mundo que abandona a sus heridos en el campo de batalla, porque nos han capacitado muy bien para dar palabras de apoyo, pero no para hacer que se necesita. Esto no es más que el reflejo del pobre compromiso que tenemos los unos con los otros. Muchas veces nuestros amigos y hermanos necesitan de un socorro más visible y práctico.
Esta clase de actitud solamente es posible cuando valoramos y atesoramos profundamente a los que están a nuestro alrededor, porque los vemos, no con nuestros propios ojos sino con los ojos de nuestro Padre celestial que nos ama a todos profundamente. Clamemos al Señor para que nos dé esta clase de pasión por los demás.
Marcos 2:1-12
Algunos días después, Jesús volvió a entrar en Cafarnaúm. En cuanto se supo que estaba en casa, se juntó tanta gente que ni siquiera cabían frente a la puerta; y él les anunciaba el mensaje. Entonces, entre cuatro, le llevaron un paralítico. Pero como había mucha gente y no podían acercarlo hasta Jesús, quitaron parte del techo de la casa donde él estaba, y por la abertura bajaron al enfermo en la camilla en que estaba acostado. Cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al enfermo: Hijo mío, tus pecados quedan perdonados. Algunos maestros de la ley que estaban allí sentados, pensaron: ¿Cómo se atreve este a hablar así? Sus palabras son una ofensa contra Dios. Solo Dios puede perdonar pecados. Pero Jesús en seguida se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó: ¿Por qué piensan ustedes así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: Tus pecados quedan perdonados, o decirle: Levántate, toma tu camilla y anda? Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados. Entonces le dijo al paralítico: A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. El enfermo se levantó en el acto, y tomando su camilla salió de allí, a la vista de todos. Por esto, todos se admiraron y alabaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto una cosa así.
Romanos 8:28
Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito.
Santiago 2:14-20
Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe, si sus hechos no lo demuestran? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Supongamos que a un hermano o a una hermana les falta la ropa y la comida necesarias para el día; si uno de ustedes les dice: Que les vaya bien; abríguense y coman todo lo que quieran, pero no les da lo que su cuerpo necesita, ¿de qué les sirve? Así pasa con la fe: por sí sola, es decir, si no se demuestra con hechos, es una cosa muerta. Uno podrá decir: Tú tienes fe, y yo tengo hechos. Muéstrame tu fe sin hechos; yo, en cambio, te mostraré mi fe con mis hechos. Tú crees que hay un solo Dios, y en esto haces bien; pero los demonios también lo creen, y tiemblan de miedo. No seas tonto, y reconoce que si la fe que uno tiene no va acompañada de hechos, es una fe inútil.
Lucas 10:25-37
Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerlo a prueba le preguntó: Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees? El maestro de la ley contestó: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo. Jesús le dijo: Has contestado bien. Si haces eso, tendrás la vida. Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús entonces le contestó: Un hombre iba por el camino de Jerusalén a Jericó, y unos bandidos lo asaltaron y le quitaron hasta la ropa; lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote pasaba por el mismo camino; pero al verlo, dio un rodeo y siguió adelante. También un levita llegó a aquel lugar, y cuando lo vio, dio un rodeo y siguió adelante. Pero un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, al verlo, sintió compasión. Se acercó a él, le curó las heridas con aceite y vino, y le puso vendas. Luego lo subió en su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, el samaritano sacó el equivalente al salario de dos días, se lo dio al dueño del alojamiento y le dijo: Cuide a este hombre, y si gasta usted algo más, yo se lo pagaré cuando vuelva. Pues bien, ¿cuál de esos tres te parece que se hizo prójimo del hombre asaltado por los bandidos? El maestro de la ley contestó: El que tuvo compasión de él. Jesús le dijo: Pues ve y haz tú lo mismo.
Los versículos de la Biblia citados, son de la versión: Dios Habla Hoy.
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Mateo 10:8b
Ustedes recibieron gratis este poder; no cobren tampoco por emplearlo.
1 Pedro 4:10
Como buenos administradores de los diferentes dones de Dios, cada uno de ustedes sirva a los demás según lo que haya recibido.
2 Juan 1:8
Tengan ustedes cuidado, para no perder el resultado de nuestro trabajo, sino recibir su recompensa completa.
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