jueves, 30 de septiembre de 2010

Salió Mal

A veces las cosas salen mal y punto. No hay nada que hacer. Esa fue la voluntad de Dios. Así pasó. ¿Cómo cambiar circunstancias adversas? ¿Cómo evitarlas? ¿Cómo se cambia el destino? Simplemente: Salió mal. ¿Cierto? Si, cierto. A veces la vida es así. A veces Dios obra así. ¿Pero es siempre así? o ¿Se ha vuelto esa manera de pensar una manera de evadir nuestra responsabilidad? A veces el problema es que nuestra manera de obrar no ha sido la correcta y finalmente pagamos el precio de nuestras decisiones. Entonces, evadimos nuestra responsabilidad en el asunto y le echamos la culpa a Dios, al destino, a nuestra mala suerte o cualquier otra excusa que nos sirva para “escurrir el bulto”.
 
El calificativo que merecen hoy en día muchas conciencias es el de “insensibles”. Si, conciencias insensibles. Porque, “me salió mal” es el comentario de muchas personas que han cometido errores y al momento de pagar el precio no quieren reconocer su error. No hay arrepentimiento. Sabemos que cualquiera puede equivocarse. Que nadie es perfecto y que errar es humano. Eso nos ayuda a vivir sin culpa, porque la culpa no es buena. El remordimiento no sirve para nada. Pero si no reconocemos nuestros errores, nunca aprenderemos de ellos. Si no nos arrepentimos nunca cambiaremos. Remordimiento y arrepentimiento son dos cosas muy distintas. La culpa no es buena y es inútil, no sirve para nada. Sin embargo, el reconocer nuestros errores y querer cambiar si es muy útil y necesario. Debemos arrepentirnos cuando nos equivocamos.

Sin embargo, la gente no quiere cambiar su manera de obrar, porque sus conciencias se han vuelto insensibles. Veamos algunos ejemplos:
1.     No cuidamos nuestra salud y cuando nos enfermamos, nos lamentamos de nuestra mala suerte y le lloramos a Dios porque nos ha caído esta enfermedad que “no nos merecemos”.
2.     Somos pésimos planificadores financieros y cuando las cosas “salen mal” es porque la vida es injusta con nosotros y Dios tiene la “obligación” de sacarnos de ese problema, porque somos sus hijos.
3.     No somos cuidadosos escogiendo nuestra pareja, manejamos mal la relación por la falta de amor y respeto, no buscamos ayuda y somos infieles. Sin embargo, cuando la relación termina, nosotros somos las “victimas”.
 
Podríamos hacer una lista muy larga de ejemplos, que además de los anteriores incluya nuestras relaciones con los hijos, con la familia, con los vecinos, con el jefe y el trabajo, las relaciones entre los países, la pobreza, la guerra y todos los males del mundo. Inclusive nuestra relación con Dios. Y es cierto que Dios es un Dios maravilloso, bueno y misericordioso que siempre quiere ayudarnos. Y El nos ayuda, nos saca del problema, pero como no nos hemos arrepentido, no hemos aprendido nada del error y volvemos a equivocarnos. ¿Qué es Dios un bombero que tiene la obligación de apagar todos los incendios que causamos con nuestros descuidos?
 
Imagínese que su hijo se corta jugando con una navaja y usted lo cura, le pone un vendaje y le enseña que con las navajas no se juega. Acto seguido su hijo vuelve a jugar con la navaja y se vuelve a cortar. ¿Qué hace usted? Obviamente lo cura nuevamente y le pone otro vendaje, pero ahora viene la disciplina: le quita la navaja. “le quita el juguetito” y le hace pagar un precio porque no acepto la enseñanza y no cambió su manera de actuar. Equivocarse es gratis. La falta de arrepentimiento se paga.

Esta falta de arrepentimiento, esta conciencia insensible puede tener su origen en una formación deficiente en el hogar, en la escuela, o en la “deformación” que causa la cultura actual y los medios de comunicación. Pero la verdadera y decisiva razón es la falta de relación de los seres humanos con Dios. Cuando para los seres humanos Dios no significa nada, cuando no lo toman en cuenta y nadie se siente responsable ante él, entonces cada uno puede hacer lo que mejor le parece. Este es el problema actual.

Pero nuestro Padre celestial además de bueno y misericordioso, es santo y justo. No puede dejar pasar la falta de arrepentimiento sin la disciplina. Es necesario que la corrija por nuestro bien. El siempre está presente y no se le escapa nada. Temer a Dios significa, aceptar que debemos rendirle cuentas y que no podemos hacer lo que nos parece mejor en nuestro entendimiento. Necesitamos aprender a someternos a Dios.
 
Mateo 21:28-32
Jesús les preguntó: ¿Qué opinan ustedes de esto? Un hombre tenía dos hijos, y le dijo a uno de ellos: Hijo, ve hoy a trabajar a mi viñedo. El hijo le contestó: ¡No quiero ir! Pero después cambió de parecer, y fue. Luego el padre se dirigió al otro, y le dijo lo mismo. Este contestó: Sí, señor, yo iré. Pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo lo que su padre quería? El primero, contestaron ellos. Y Jesús les dijo: Les aseguro que los que cobran impuestos para Roma, y las prostitutas, entrarán antes que ustedes en el reino de los cielos. Porque Juan el Bautista vino a enseñarles el camino de la justicia, y ustedes no le creyeron; en cambio, esos cobradores de impuestos y esas prostitutas sí le creyeron. Pero ustedes, aunque vieron todo esto, no cambiaron de actitud para creerle.
 
Lucas 13:69
Jesús les contó esta parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo, y fue a ver si daba higos, pero no encontró ninguno. Así que le dijo al hombre que cuidaba el viñedo: Mira, por tres años seguidos he venido a esta higuera en busca de fruto, pero nunca lo encuentro. Córtala, pues; ¿para qué ha de ocupar terreno inútilmente? Pero el que cuidaba el terreno le contestó: Señor, déjala todavía este año; voy a aflojarle la tierra y a echarle abono. Con eso tal vez dará fruto; y si no, ya la cortarás.
 
Lucas 15:11-32
Jesús contó esto también: Un hombre tenía dos hijos, y el más joven le dijo a su padre: Padre, dame la parte de la herencia que me toca. Entonces el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos días después el hijo menor vendió su parte de la propiedad, y con ese dinero se fue lejos, a otro país, donde todo lo derrochó llevando una vida desenfrenada. Pero cuando ya se lo había gastado todo, hubo una gran escasez de comida en aquel país, y él comenzó a pasar hambre. Fue a pedir trabajo a un hombre del lugar, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y tenía ganas de llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar: ¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Regresaré a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores. Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo. Pero el padre ordenó a sus criados: Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado. Comenzaron la fiesta. Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. El criado le dijo: Es que su hermano ha vuelto; y su padre ha mandado matar el becerro más gordo, porque lo recobró sano y salvo. Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera. Le dijo a su padre: Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para tener una comida con mis amigos. En cambio, ahora llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro más gordo. El padre le contestó: Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero había que celebrar esto con un banquete y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.
 
 
Los versículos de la Biblia citados, son de la versión: Dios Habla Hoy.
 
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Mateo 10:8b
Ustedes recibieron gratis este poder; no cobren tampoco por emplearlo.
1 Pedro 4:10
Como buenos administradores de los diferentes dones de Dios, cada uno de ustedes sirva a los demás según lo que haya recibido.
2 Juan 1:8

Tengan ustedes cuidado, para no perder el resultado de nuestro trabajo, sino recibir su recompensa completa.

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