¿Y Cómo Es Tu Padre?
Jesús nos dijo: Y no llamen ustedes padre a nadie en la tierra, porque tienen solamente un Padre: el que está en el cielo. Eso podemos leerlo en Mateo 23:9. Si mi único y verdadero padre es mi Padre celestial, entonces debo aprender a relacionarme con Él como un hijo. Pero la pregunta es: ¿Y cómo es mi Padre? ¿Cómo es Dios como Padre? ¿Qué referencia tengo sobre Él para poder relacionarme?
En el pasaje del hijo pródigo que podemos leer en el Evangelio de Lucas, Jesús nos muestra la naturaleza de Dios como Padre y de ahí podemos extraer las referencias para comprender su actitud paternal hacia nosotros. En esa parábola el joven hijo, decidió unilateralmente apartarse de su padre, tomar su propio camino y vivir la vida a su manera. No le fue bien. Cometió errores y fracasó. Le fue tan mal que tocó fondo y entonces se arrepintió de su manera de actuar y como su arrepentimiento era genuino y verdadero, decidió volver a su padre, pedirle perdón y sin hacer ningún tipo de exigencias, pedirle que lo aceptara de nuevo en su casa. Su papá lo recibió con alegría, no le echó en cara sus errores, lo perdonó de inmediato y le devolvió sus derechos de hijo, en medio de una celebración. Su felicidad radicaba en que su hijo estaba muerto, pero ahora había vuelto a la vida; se había perdido, pero había encontrado su camino de regreso a casa. Eso era motivo suficiente de celebración. ¿Actuamos así los padres terrenales? No muy a menudo lamentablemente. Pero nuestro Padre celestial si actúa así. Nosotros nos apartamos de Él por decisión unilateral, tomamos nuestro propio camino y vivimos la vida a nuestra manera sin tomar en cuenta sus normas. Cuando nos va mal, fracasamos, tocamos fondo y lo buscamos con arrepentimiento genuino y verdadero, Él nos acepta, nos limpia de toda culpa, nos perdona y nos recibe de nuevo en Su casa. Este es el pasaje del hijo pródigo:
Lucas 15:11-32
Jesús contó esto también: Un hombre tenía dos hijos, y el más joven le dijo a su padre: Padre, dame la parte de la herencia que me toca. Entonces el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos días después el hijo menor vendió su parte de la propiedad, y con ese dinero se fue lejos, a otro país, donde todo lo derrochó llevando una vida desenfrenada. Pero cuando ya se lo había gastado todo, hubo una gran escasez de comida en aquel país, y él comenzó a pasar hambre. Fue a pedir trabajo a un hombre del lugar, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y tenía ganas de llenarse con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar: ¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Regresaré a casa de mi padre, y le diré: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo; trátame como a uno de tus trabajadores. Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión de él. Corrió a su encuentro, y lo recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: Padre mío, he pecado contra Dios y contra ti; ya no merezco llamarme tu hijo. Pero el padre ordenó a sus criados: Saquen pronto la mejor ropa y vístanlo; pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el becerro más gordo y mátenlo. ¡Vamos a celebrar esto con un banquete! Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado. Comenzaron la fiesta. Entre tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y el baile. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. El criado le dijo: Es que su hermano ha vuelto; y su padre ha mandado matar el becerro más gordo, porque lo recobró sano y salvo. Pero tanto se enojó el hermano mayor, que no quería entrar, así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciera. Le dijo a su padre: Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para tener una comida con mis amigos. En cambio, ahora llega este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro más gordo. El padre le contestó: Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. Pero había que celebrar esto con un banquete y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.
Nuestro Padre celestial puede darnos muchas cosas y nos quiere dar todo lo que necesitemos, pero no quiere que lo busquemos por las cosas que nos puede dar. Él quiere que lo busquemos porque lo amamos, queremos obedecerlo y hacer su voluntad. Él en su perfecta sabiduría nos dará todo lo que necesitemos. Sin embargo, debemos comprender que hay una diferencia entre lo que necesitamos para nuestro bien y nuestros caprichos y anhelos. Aceptemos Su Divina Voluntad.
Mateo 6:31-33
Así que no se preocupen, preguntándose: ¿Qué vamos a comer? o ¿Qué vamos a beber? o ¿Con qué vamos a vestirnos? Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas.
Lucas 11:11-13
¿Acaso alguno de ustedes, que sea padre, sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado, o de darle un alacrán cuando le pide un huevo? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!
Lucas 12:15
También dijo: Cuídense ustedes de toda avaricia; porque la vida no depende del poseer muchas cosas.
Lucas 22:42
Padre, si quieres, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Los versículos de la Biblia citados, son de la versión: Dios Habla Hoy.
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Mateo 10:8b
Ustedes recibieron gratis este poder; no cobren tampoco por emplearlo.
1 Pedro 4:10
Como buenos administradores de los diferentes dones de Dios, cada uno de ustedes sirva a los demás según lo que haya recibido.
2 Juan 1:8
Tengan ustedes cuidado, para no perder el resultado de nuestro trabajo, sino recibir su recompensa completa.
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