jueves, 1 de julio de 2010

Lengua o Corazón

Lengua o Corazón
 
Con palabras criticamos o exaltamos, juzgamos o comprendemos, compartimos tristeza o alegría, hacemos guerra o paz, codiciamos o nos conformamos, demostramos impaciencia o paciencia, despreciamos o agradecemos, somos descorteces o amables, nos justificamos o explicamos, emitimos maldad o bondad, demostramos temor o seguridad, nos quejamos o aceptamos, reflejamos infidelidad o fidelidad, somos soberbios o humildes, peleamos o conciliamos, odiamos o amamos, demostramos descontrol o control, en resumen, podemos hablar negativamente o positivamente e impactar con nuestras palabras a los que nos rodean.
 
Las palabras tienen muchísimo poder. Con palabras edificamos o destruimos. Por eso debemos ser cautelosos a la hora de hablar. Sin embargo, las palabras solo expresan lo que tenemos guardado en el corazón, y esta es la verdadera fuente de la cual provienen las palabras. La persona realmente sabia, entonces, concentrará sus esfuerzos más en el corazón que en las palabras. Por ejemplo, sin en nuestra familia el hábito de conversación es el de criticar, casi nunca hablando nada bueno de nadie, siempre quejándonos de los amigos, parientes y vecinos, de casi todos los aspectos de su vida, desde el tráfico hasta la estupidez de su jefe, pasando por el gobierno de turno, estamos propiciando un ambiente negativo tiene un efecto desastroso en los niños. Entonces no nos preguntemos por que cuando crecen tienen actitudes negativas hacia la vida que les impide prosperar y dificultades para relacionarse con los demás.
 
El desafío para cada uno de nosotros, entonces, es llenar el corazón de cosas buenas que irán sazonando nuestra conversación de tal manera que aquellos que nos escuchan se sientan bendecidos y edificados. ¿Qué es lo que nuestras palabras revelan de nuestro corazón? ¿Cuáles son los temas que más dominan nuestra conversación? ¿De qué manera nos dirigimos a los demás cuando les hablamos? Las respuestas a estas preguntas nos darán valiosas pistas acerca del verdadero contenido de nuestro corazón. Sabiendo lo que hay en nuestro interior podemos acercarnos al Señor para pedirle que comience en nosotros esa obra de transformación que tanto necesitamos. Al identificar y confesar lo malo, el Señor tendrá oportunidad de comenzar a depositar en nosotros lo bueno y justo.
 
Hace muchos siglos un gran Maestro nos indicó que es mucho más importante lo que sale de la boca que lo que entra en ella. Ese maestro fue Jesús, y esas sabias palabras se encuentran en Mateo 15:11, Lo que entra por la boca del hombre no es lo que lo hace impuro. Al contrario, lo que hace impuro al hombre es lo que sale de su boca.
 
Jesús también dijo: De lo que abunda en el corazón, habla la boca. (Mateo 12:34). El problema no radica en la lengua, sino en el corazón. Las palabras son el medio por el que comunicamos a los demás lo que abriga nuestro corazón. Jesús enseñó que las palabras revelan nuestro estado interior: El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en él, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en él. (Mateo 12:35).
 
No hay, pues, modo alguno de cambiar el tenor de nuestras palabras, como no sea transformando el espíritu del que brotan. Se precisa una transformación del corazón. Si lo que necesitas es un giro de esa naturaleza, comienza por pedir: OH Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!, ¡dame un espíritu nuevo y fiel! (Salmo 51:10). Dedica luego tiempo a Jesús, fuente de toda bondad, amabilidad y mansedumbre y en breve profundizarás tu relación con Él y te darás cuenta de que tus palabras transmiten Su Espíritu e influyen más para bien en las personas con quienes tienes relaciones afectivas.
 
 
Los versículos de la Biblia citados, son de la versión: Dios Habla Hoy.
 
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Mateo 10:8b
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1 Pedro 4:10
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2 Juan 1:8

Tengan ustedes cuidado, para no perder el resultado de nuestro trabajo, sino recibir su recompensa completa. 

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