¿Somos Santos?
Es muy bien conocido el hecho de que Dios es santo y el hombre es pecador. Lo cual implica que el ser humano no es santo. Si pensamos en esto detenidamente llegamos a la conclusión que el ser humano no es santo, porque ser santo no está en su naturaleza. No se si este pensamiento nos tranquiliza o nos preocupa, pero sin lugar a dudas nos ayuda a comprender y aceptar nuestra forma de actuar.
Sin embargo, Dios dijo que nosotros somos su pueblo santo porque Él nos eligió para que fuéramos santos y eso lo podemos leer en Éxodo 22:31 y en Deuteronomio 7:6. Además, Dios nos manda a que nos santifiquemos y seamos santos porque Él es nuestro Dios, le pertenecemos y Él es santo. Las referencias están en Levítico 11:4445, 19:2, 20:7 y 20:26. También se habla de personas santas en los libros de Mateo, Hechos de los Apóstoles y Apocalipsis, con menciones similares en las cartas a los Romanos, 1 y 2 Corintios, Efesios, Filipenses, Colosenses, Tito, Filemón, Hebreos, 1 y 2 de Pedro y Judas.
Pareciera paradójico que si la naturaleza del ser humano no le permite ser santo, Dios le ordene que se santifique y sea santo. La explicación es que aunque nosotros nunca llegaremos a tener la santidad de Dios que es perfecta, inmaculada y permanente, Él nos manda cada día a limpiarnos para presentarnos delante de Él. Cuando nos presentamos limpios delante de Él podemos disfrutar de una asombrosa comunicación con el Creador de todo, Rey de Reyes, Señor de Señores y nuestro Padre celestial.
¿Cómo nos limpiamos? Renunciando al pecado y siguiendo a Jesús, permitiendo que su palabra nos limpie de toda inmundicia. La santificación del ser humano a diferencia de la divina, no es algo que sucede de una vez y dura para siempre. Es un proceso diario, permanente y constante al que tenemos que someternos para contrarrestar nuestra naturaleza humana. ¿Pasa acaso un solo día sin que pequemos? Pues no, ninguno de nosotros es perfecto. Somos humanos, y Él tiene que limpiarnos a diario la mente, los pensamientos, el cuerpo, nuestras acciones y nuestras palabras. Una vez tras otra debemos ser lavados y puestos aparte.
¡Jesús siempre está listo para limpiarnos, si lo deseamos!
Mateo 5:8
Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios.
Juan 14:23
Jesús le contestó: El que me ama, hace caso de mi palabra; y mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con él.
Juan 15:3
Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho.
Mateo 22:11-14
Cuando el rey entró a ver a los invitados, se fijó en un hombre que no iba vestido con traje de boda. Le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí, si no traes traje de boda? Pero el otro se quedó callado. Entonces el rey dijo a los que atendían las mesas: Átenlo de pies y manos y échenlo a la oscuridad de afuera. Entonces vendrán el llanto y la desesperación. Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos.
Efesios 5:26-27
Esto lo hizo para santificarla, purificándola con el baño del agua acompañado de la palabra para presentársela a sí mismo como una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada parecido, sino santa y perfecta.
1 Pedro 1:14-16
Como hijos obedientes, no vivan conforme a los deseos que tenían antes de conocer a Dios. Al contrario, vivan de una manera completamente santa, porque Dios, que los llamó, es santo; pues la Escritura dice: Sean ustedes santos, porque yo soy santo.
Los versículos de la Biblia citados, son de la versión: Dios Habla Hoy.
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